Fue una punción que
escapaba al concepto de presión;
una conciencia impuesta
y no sentida,
una autoimposición como mecanismo de defensa
en una guerra sin tregua.
Siempre comienza elegante y coqueta;
hasta una brisa momento
que se reconoce
en el encarnar el saber,
en lo aprendido.
Y ahí está,
la punción de nuevo.
Asquerosa sensación de
correr riesgos como caminatas,
ausente en tiempo,espacio y Ser.
Al acecho lo sugiere la inmovilidad,
de respirar mercurio
y fijar la mirada en la explanada del universo.
Pero ya no se trata de cruzar umbrales,
que resultan pobres e insignificantes,
ni se trata de la travesía actual.
Sólo se necesita una línea, no un portal.
Sólo se necesita andar y colapsar,
y ver a tu Dios por primera y ultima vez.
Ese silencio me ensordece el alma.
Quiero deslizarme por este mar de concreto
de nuevo a la costa,
quiero volver a la cotidiana presión
con gestos de manta,
y el retrato de un futuro hermoso que nunca pasó.
Quiero sentirme en casa,y sonreírle al espejo.
Quiero...
pedir un último deseo.
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